martes, mayo 02, 2006

LILIANA GAVIRIA TRUJILLO

Eran los abuelos maternos de Liliana, Don Luciano y Doña Julia Trujillo, padrino y madrina de bautismo de mi tía Berenice.

Desde siempre en el comedor de mis abuelos oí hablar de los negocios de ganado de Don Luciano con mi abuelo Francisco Marín en la ciudad de Santa Rosa. Posteriormente ambas familias se trasladaron a Pereira y Doña Melida Trujillo, la señora madre de Liliana frecuentaba la casa solariega de la esquina de la calle 19 con cra 6 frente a Telecom.

En esa casa de siete habitaciones, patio central en piedra con azaleas y bifloras, amplios corredores con piso de madera relucientes, dentro de un marco de columnas, cada una adornada con matas de novio, blanco, fucsia, rosados, hacían de ese patio un lugar de comitivas y reuniones, jugarretas y tertulias.

Desde entonces, he escuchado las cuitas y travesuras, las hazañas y los logros de esa descendencia hidalga y montañera, trabajadora y honesta, pero sobre todo inteligente y visionaria de los Gaviria Trujillo.

Desde siempre, hace casi 50 años, el comedor con arco y puerta de madera artesonado, pintado de color verde y con el dulce olor de las flores, después del aguacero del mediodía pereirano, discurrían historias desde Gaitan, condiscípulo en la Universidad Nacional de uno de mis tíos, pasando por las visitas a Pereira de Olaya Herrera, el General Uribe Uribe o cuando el Tío Francisco, desde un balcón en la Plaza de Bolívar arengaba invitando a los soldados a combatir en la guerra contra el Perú.

Ya no se escucharán mas historias de Liliana, medio siglo tejiendo patria se han ido para siempre. Los dueños del dinero, de la tierra, de los negocios, de los partidos, del poder, les pareció incomoda la presencia de los Gaviria Trujillo.

Ellos tal vez se irán lejos de aquí.

Así es la guerra, la misma de hace cincuenta años, la misma de hace cien años, la misma de hace 187 años cuando nos enfrentábamos al dominio español.

La guerra ahora es distinta, nos debemos someter al dominio del dinero, quien lo posea es rey, no se pregunta como lo hubo.

Se nos fue Liliana para siempre y tal vez se vayan al exilio los Gaviria Trujillo.

Dice el catecismo que es deber de los padrinos, dar educación cristiana y apoyo a los ahijados en caso de faltar los padres. En la tumba de vuestros abuelos, mantendremos flores, los ahijados y sus descendientes.

Para los pueblos griegos y romanos la patria es el lugar donde reposan sus muertos. Cuenta Homero en la Iliíada que cuando muere Patroclo, se hace una tregua para realizar un funeral con los honores que se merece el valiente guerrero. La guerra tiene reglas.

El exilio en la antigüedad, era el pero castigo para un ciudadano, pues se apartaba de la tierra de sus muertos. Los exiliados de esta historia pueden tener la certeza que quienes llenamos las naves de la Catedral de la Pobreza y atiborraron las calles de la ciudad acompañaran tus muertos y nuestros muertos hasta el regreso a Itaca.

“Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé! /Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, /la resaca de todo lo sufrido /se empozara en el alma… Yo no sé! // Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras / en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. /Serán talvez los potros de bárbaros atilas; / o los heraldos negros que nos manda la Muerte”, nos dice el poeta peruano Cesar Vallejo.

La mano de Dios iluminará a los hombres y mujeres de Colombia, para que haya paz. Se ha pretendido silenciar la voz de un guerrero, pero jamás se refrenará su ímpetu. Hoy con más fuerza se oyen los clamores de una patria hecha con el tesón de los abuelos y no con el rugir de las motosierras.

Pereira, Abril 28 de 2006

1 comentario:

Anónimo dijo...

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